Por los inicios de los 70 ir allí y no hacer una excursión a Portugal era una especie de pecado. Por lo tanto uno de los años que veraneamos por allí hicimos una escapa a Valença do Miño. Paseo por el pueblo, fotos al lado de uno de esos cañones que antes al menos tenían un cartelito que decía algo así como “¡Ay, Espanha si te moves!” y visita a algunos de los muchos bazares que ofrecían artículos entonces muy apreciados en España como por ejemplo las toallas y el café. Nosotros no compramos ninguna de las dos cosas y sí un aparato para hacer “la fondu”. De regreso, nos pararon en la aduana y nos hicieron la pregunta de rigor:
- ¿Qué llevan ustedes?
- Nada. Bueno, sí, un aparato para hacer “la fondu”.
Dios y ayuda me costó hacerles saber lo que era la fondu y cansado de darles explicaciones acabé abriendo el maletero y enseñándoles ese artilugio tan habitual para cocinar, sobre todo el queso, en algunos países de centro Europa como Suiza. Pero la cosa no acabó ahí. Los “guardinhas” portugueses no se podían creer que nosotros no hubiésemos comprado toallas y sobre todo que no llevásemos unos cuantos kilos de café. Por poco me desguazan el coche. Tuve que vaciar el maletero, miraron en la zona de viajeros y hasta debajo de los asientos. Yo creo que hasta se enfadaron porque un “español” no supiese apreciar la calidad de su café. Entre unas cosas y otras perdimos media hora en la Aduana.
Por Paco Rivera
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