Nuestra ruta de hoy comienza en Valença do Minho (Portugal). A escasos 200 metros, desde la rotonda que nos lleva a Monçao, un desvio a la izquierda, pasando a Ponte Seca, nos introduce en la entrada a la ecopista. La antigua vía de tren , que durante ocho décadas unió Valença y Monçao se ha reconvertido en una senda peatonal para el disfrute de paseantes, corredores, ciclistas y patinadores. Ellos llenan a diario los 16 kilómetros de paisajes dispares que unen ambas poblaciones. Para quienes no la conozcáis es un paraíso para el desarrollo de actividades deportivas y de ocio. Hoy os acompañaremos durante los aproximadamente 6 primeros kilómetros, desde Valença hasta la Estación de tren en Friestas.
No necesitaremos mas indicaciones, basta seguir el trazado . En este primer tramo la pista se abre camino entre paredes cubiertas de cantos rodados. Quizás el Miño en algún momento de la historia anegara las tierras circundantes (el cauce actual está a menos de 1 km en linea recta). Han crecido mimosas, alcornoques, robles y un espectacular pino al que yo llamo el árbol del Serengueti. Este precioso y enorme ejemplar nos traslada a la sábana africana esperando en cualquier momento el paso de una cebra o el rugido de un león mientras el sol se pone entre sus ramas. Pero el único rugido que oiremos será el de los trenes que cerca de aquí pasan camino de Tui o Valença.
Los puentes de Urgeira quedan ahora sobre nuestras cabezas. Si tomáis el pequeño camino de tierra que asciende a vuestra derecha podréis disfrutar de los campos de futbito, baloncesto y pistas de atletismo de la recién estrenada Escuela Superior de Estudios Empresariales en el edificio rehabilitado de la antigua Quinta da Mota. Nosotros continuamos, éste es un tramo sombrío en invierno pero ideal para los meses de calor donde los robles se abren camino curvándose en un abrazo de amor eterno . Un soportal de hojas emergentes en busca del roce del amante que se escapa devorado por los juncos, las parras y los rosales silvestres . Éstas trepan indolentes ahogando a su huésped, pero produciendo la hermosa visión de robles dando rosas.
Poco a poco la vegetación va cambiando, diferentes tipos de acacias y laureles por los que se entrevé la inmensa extensión de viñas que corre paralela a la ecopista, son los viñedos de Ganfei. Un pequeño balcón panorámico deja al descubierto a la ciudad de Tui. En lo alto la Catedral , como castillo fortificado, se alza impertérrita, vigilando la lontananza, y ladera abajo se asoman al Miño una amalgama de viviendas, curiosas de la vida allende del río, con sus ventanas puestas en la Fortaleza. El puente internacional de hierro, falsamente atribuido a Gustave Eiffel o a uno de sus discípulos, diseñado por el ingeniero y diputado riojano Pelayo Mancebo y Ágreda, e inaugurado oficialmente el 25 de marzo de 1886, casi un año y medio después de su entrada en servicio.
Pero una de las joyas artísticas de este tramo de es el Convento de Ganfei. Deberás desviarte unos metros de la ruta de la ecopista, para poder observarlo en su totalidad. Está perfectamente señalizado. La iglesia románica de tres naves se remonta, probablemente, al siglo VII. El Convento de San Salvador de Ganfei albergó durante siglos una importante comunidad benedictina. Según una inscripción en el claustro el Monasterio fue destruido en el año 1000 por Almanzor y reconstruido en 1018 bajo el patrocinio de un caballero francés , Ganfried ou Ganfei, convirtiéndose éste en santo y dando su nombre a la población y al monasterio. Las reliquias y la tumba del Santo descansan aquí. Pero la importancia del conjunto arquitectónico no sólo es artística sino también geográfica ya que se localizaba en la principal Vía Norte-Sur entre Braga y Santiago de Compostela.
El monasterio fue sustancialmente modificado en la Época Moderna. Entre 1632 y 1761 se construyó el claustro, el grueso del edificio conventual, la nueva fachada y la ampliación de la capilla principal, rectangular y barroca, que altero por completo la espaciabilidad e iluminación originales del templo. En la actualidad la iglesia se mantiene en funcionamiento pero la zona conventual, en estado ruinoso, espera la rehabilitación entre los cíclicos rumores de intervención del conjunto arquitectónico y de la zona circundante.
Continuamos nuestro camino, próxima parada, la antigua estación del tren de Ganfei. Esta tapiada, pero mantiene su estructura de una planta y sus paredes adornadas de azulejos. Con un pequeño parque biosaludable y unos aseos en funcionamiento sus piedras todavía rezuman los gritos de los viajeros, viajeros de largo recorrido con maletas ,y viajeros con cestas de la compra para desplazarse a Valença o Monçao. Viajeros camino a fiestas y ferias. Alegrías y tristezas entrelazadas con el rugir de las locomotoras y el chirriar de las ruedas sobre las vías. Él que, entre lágrimas y escasas pertenencias, parte en busca de otros trenes hacia un futuro incierto en la emigración. Ella que, con su vestido nuevo, anhela reunirse con su amado en la fiesta de Lapela. Porque los viajes en tren tienen ese halo de misterio cuando observas detenidamente a los pasajeros que te acompañan en la travesía. ¿Qué historias se esconden tras esos ojos fijos en la ventanilla?
La carretera discurre a nuestra derecha mientras que a la izquierda los campos de cultivo vuelven a cambiar. Invernaderos y vastas plantaciones de kiwis que año a año han ido ganando espacio.
Un pequeño desvío a la izquierda nos indica la "Pesqueira dos Frades" , una área de recreo donde podréis disfrutar de magnificas zonas de pesca. Aquí todos los años se celebra el concurso de pesca de "savelha ". Estamos a los pies del Miño, aguas que discurren hacia la desembocadura en busca del Atlántico.
Caminamos entre viviendas y sus huertas. Frutales, gallinas, verduras y patos, la vida cotidiana de las gentes que gozan del sosiego, el tren se ha ido para siempre. Abuelos pasean a sus nietos, hijos pasean a sus padres, niños pasean a sus perros, bicicletas y corredores. De todos y cada uno de ellos es esta vía sin raíles.
Dejamos atrás las últimas casas y una larga recta nos lleva a la próxima estación, Verdoejo. Este edificio a diferencia del anterior es de 2 plantas. También en desuso pero con aseos acondicionados, y una marquesina, al otro lado, para sentarse a esperar. Esperar que pase el chaparrón, o que llegue a quien aguardas, o resguardarse de los fuertes rayos de sol del mediodía o simplemente esperar, solo, el paso del tiempo.
Ahora estamos algo alejados del río, pero en línea recta encontraríamos la "Insua do Conguedo", una lengua de tierra que proporciona refugio a una variada fauna en pleno Miño. Existen también un gran número de "pesqueiras" donde se pueden pescar lampreas, anguilas o truchas. Una de ellas es la "Pesqueira da Gingleta" llamada así en memoria de las antiguas barcas de paso a Galicia.
La pista escoltada por árboles a ambos lados de sus márgenes, delimita fincas que anteriormente quedaron partidas por la construcción de la línea ferroviaria. Los caminos que la cortan son pasos indispensables para el acceso a dichos terrenos que también esconden joyas apenas anunciadas. Id atentos porque en una de esas entradas a la izquierda y como único indicador de una GR se encuentra el “Adro Velho” o cementerio medieval de Verdoejo. Solo unos pocos metros nos separan del perímetro de piedra que deja al descubierto la zona monumental. Varios sarcófagos medievales, tapas de granito de sepulturas mas modernas, unas piedras que se cree pertenecieron a una antigua capilla , y un “cruceiro” cuyo fuste se haya decorado con conchas de vieira son los restos que emergen entre árboles , rocas y variada vegetación.
Según el estudio realizado por la unidad de Arqueología de la Universidad do Minho en 2012, los sarcófagos con cavidades antropomórficas están datados entre los siglos XI-XIII y muchos reutilizados en el siglo XIX por los habitantes de la zona. También se ha datado en el siglo XVII los diferentes bloques graníticos de la demolida ermita del Adro Velho, demolición provocada por la edificación de la nueva iglesia parroquial en Verdoejo. El “cruceiro” es un monumento de arquitectura religiosa popular del siglo XVI y muy común en el Alto Minho.
En los días de niebla y oscuros de invierno, pasear por este recinto provoca en los caminantes la desazón de que las almas de los medievales difuntos rozan sus ropas y susurran en sus oídos las latinas letanías de quienes suplican el perdón en busca del descanso eterno. Los ruidos de las aves picoteando el suelo estremecen los sentidos confundidos por tan proclive ambiente.
Queda mucho por hacer en este enclave para que se convierta en una autentica atracción cultural en la zona.
Abandonamos el cementerio para tomar de nuevo la ecopista y continuar la andadura hasta el punto final de este primer tramo, la estación de ferrocarril de Friestas. El edificio, también en desuso, tiene aseos acondicionados. Es el lugar idóneo para el descanso y decidir si realmente hacemos la ruta lineal o desandamos el camino y volvemos a disfrutar de todas esas maravillas que la Ecopista do Minho ofrece a sus visitantes. Y así acaba nuestra ruta de hoy, a la espera del segundo tramo lleno de sorpresas inimaginables.
in Comarcas en Rede
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