La combinación de la feria y el festivo convirtió a la ciudad fronteriza en el destino elegido para despedir el puente.
Valença se convirtió ayer en la extensión del territorio gallego, pues experimentó la típica invasión por estas fechas de sus vecinos de la margen norte del Miño. El motivo, la combinación de la feria en la localidad lusa con la celebración de la Inmaculada, festivo en ambas orillas del Miño, que cierra en Galicia el puente de la Constitución.
En las áreas de estacionamiento se encontraban aparcados autobuses fletados desde localidades coruñesas como Cambre o Santiago, e incluso desde Lugo, al tiempo que miles de utilitarios buscaban un lugar donde parar, provocando constantes retenciones y tránsito lento.
A primera hora de la mañana, el destino era la feria, que se celebra en la zona baja de Valença. Entre los pasillos del mercadillo, se escuchaba más gallego que portugués, y diferentes acentos, el que menos el de Vigo.
Toallas, ropa, zapatos o productos de decoración son parte de los artículos que se pueden encontrar en los puestos cubiertos por carpas de plástico ante la constante amenaza de lluvia. Entre los usuarios, muchas ganas de curiosear y de gastar. Así, Luisa, vecina de Santiago, aseguró a sus compañeros que “no me voy sin haber comprado algo”.
Entre los comerciantes, la feria se veía desde otra perspectiva: “Hoy (por ayer) compensa, pero en general se nota la crisis”, apuntó Joâo Pires, vendedor de artesanía.
Según se acercaba la hora de comer, los viandantes iban abandonando el recinto ferial para dirigirse a los locales de restauración. Entre las excursiones organizadas dominó el desplazamientos a hoteles o grandes establecimientos en localidades próximas a Valença. En cuanto a los particulares, en su gran mayoría desplazados en familia, prefirieron permanecer en esta población, escogiendo preferentemente comedores de la fortaleza. “Lo cierto es que venimos a pasar el día y disfrutar de Valença, de su comida y de su paisaje, más que por la feria en sí”, reconoció Miguel Domínguez, vecino de Vigo, quien se declaró un habitual de la ciudad portuguesa.
Así, la fortaleza, el barrio histórico de Valença, experimentó un incremento en el número de visitantes conforme se acercaban las primeras horas de la tarde, al tiempo que cambiaba el perfil del turista. En un primer momento dominaron los nacionales que también disfrutaban de un día festivo y que almorzaron sobre las 12 del mediodía. A partir de las 14 horas, tomaron el testigo las familias gallegas.
En las áreas de estacionamiento se encontraban aparcados autobuses fletados desde localidades coruñesas como Cambre o Santiago, e incluso desde Lugo, al tiempo que miles de utilitarios buscaban un lugar donde parar, provocando constantes retenciones y tránsito lento.
La feria de Valença contó ayer con una afluencia especial de gallegos al coincidir en el día festivo. Foto: Nuria Currás
Toallas, ropa, zapatos o productos de decoración son parte de los artículos que se pueden encontrar en los puestos cubiertos por carpas de plástico ante la constante amenaza de lluvia. Entre los usuarios, muchas ganas de curiosear y de gastar. Así, Luisa, vecina de Santiago, aseguró a sus compañeros que “no me voy sin haber comprado algo”.
Entre los comerciantes, la feria se veía desde otra perspectiva: “Hoy (por ayer) compensa, pero en general se nota la crisis”, apuntó Joâo Pires, vendedor de artesanía.
Según se acercaba la hora de comer, los viandantes iban abandonando el recinto ferial para dirigirse a los locales de restauración. Entre las excursiones organizadas dominó el desplazamientos a hoteles o grandes establecimientos en localidades próximas a Valença. En cuanto a los particulares, en su gran mayoría desplazados en familia, prefirieron permanecer en esta población, escogiendo preferentemente comedores de la fortaleza. “Lo cierto es que venimos a pasar el día y disfrutar de Valença, de su comida y de su paisaje, más que por la feria en sí”, reconoció Miguel Domínguez, vecino de Vigo, quien se declaró un habitual de la ciudad portuguesa.
Así, la fortaleza, el barrio histórico de Valença, experimentó un incremento en el número de visitantes conforme se acercaban las primeras horas de la tarde, al tiempo que cambiaba el perfil del turista. En un primer momento dominaron los nacionales que también disfrutaban de un día festivo y que almorzaron sobre las 12 del mediodía. A partir de las 14 horas, tomaron el testigo las familias gallegas.
Una vez finalizada la jornada, los grandes beneficiados fueron los restaurantes. Entre los feriantes dominaba la satisfacción. Los menos optimistas eran los comerciantes del casco viejo, que afirman sufrir un importante descenso en las ventas.
Colas de vehículos en torno al recinto feriaEn las caravanas en torno al recinto que ocupa la feria de Valença dominaron las matrículas extranjeras. Las aceras. jardines o la doble fila, todo valía para aparcar lo más cerca de los puestos de venta, ya que el recinto habilitado para estacionar estaba completo, incluyendo numerosos autobuses. El tránsito por la localidad portuguesa fue especialmente lento durante la jornada de ayer, pues tanto en Galicia como en Portugal celebraron el festivo por el día de la Inmaculada.
Colas de vehículos en torno al recinto feriaEn las caravanas en torno al recinto que ocupa la feria de Valença dominaron las matrículas extranjeras. Las aceras. jardines o la doble fila, todo valía para aparcar lo más cerca de los puestos de venta, ya que el recinto habilitado para estacionar estaba completo, incluyendo numerosos autobuses. El tránsito por la localidad portuguesa fue especialmente lento durante la jornada de ayer, pues tanto en Galicia como en Portugal celebraron el festivo por el día de la Inmaculada.
in Diário Atlántico
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