quarta-feira, 18 de março de 2020

Frontera portuguesa de Tui: caos en una ciudad partida por la mitad

Miles de trabajadores padecen los inconvenientes de las restricciones fronterizas en sur el de Pontevedra, con atascos kilométricos en el único puente internacional abierto de la provincia
En el sur de la provincia de Pontevedra, las poblaciones volcadas sobre el Miño se funden con sus vecinas del lado portugués como si fueran una sola. La frontera es un concepto confuso que los más jóvenes no conocieron jamás, acostumbrados como están a moverse de un lado al otro del río con absoluta normalidad. Desde esta madrugada, solo pueden cambiar de país los que se ven en la obligación de continuar con su trabajo, y para ellos los viejos tiempos han vuelto de repente, con rodeos kilométricos, controles fronterizos y larguísimas colas que se forman a ambos lados del puente internacional de Tui, el único de la provincia que no se ha cerrado del todo. Los trastornos son evidentes para los trabajadores.
El puente de Tui sufrió un bloqueo total desde primera hora de la mañana, cuando miles de españoles que trabajan en polígonos industriales portugueses emprendían el camino de regreso después de trabajar en el turno de noche. “Un trayecto de 20 minutos me llevó esta mañana casi dos horas”, relata Cristina Álvarez, que vive entre Tui y Salvaterra y trabaja en una auxiliar del sector de la automoción en Valença do Minho. Los controles a ambos lados del puente ralentizaron el tráfico, más denso de lo habitual por la prohibición de compartir coche. La situación fue incluso peor para los transportistas, que han sufrido los controles y las retenciones durante toda la jornada.
En el sur de la provincia de Pontevedra, las poblaciones volcadas sobre el Miño se funden con sus vecinas del lado portugués como si fueran una sola. La frontera es un concepto confuso que los más jóvenes no conocieron jamás, acostumbrados como están a moverse de un lado al otro del río con absoluta normalidad. Desde esta madrugada, solo pueden cambiar de país los que se ven en la obligación de continuar con su trabajo, y para ellos los viejos tiempos han vuelto de repente, con rodeos kilométricos, controles fronterizos y larguísimas colas que se forman a ambos lados del puente internacional de Tui, el único de la provincia que no se ha cerrado del todo. Los trastornos son evidentes para los trabajadores.
Controles en todos los pasos fronterizos españoles
El puente de Tui sufrió un bloqueo total desde primera hora de la mañana, cuando miles de españoles que trabajan en polígonos industriales portugueses emprendían el camino de regreso después de trabajar en el turno de noche. “Un trayecto de 20 minutos me llevó esta mañana casi dos horas”, relata Cristina Álvarez, que vive entre Tui y Salvaterra y trabaja en una auxiliar del sector de la automoción en Valença do Minho. Los controles a ambos lados del puente ralentizaron el tráfico, más denso de lo habitual por la prohibición de compartir coche. La situación fue incluso peor para los transportistas, que han sufrido los controles y las retenciones durante toda la jornada.
España cierra las fronteras terrestres
El Gobierno restablece los puestos fronterizos a partir de esta medianoche para frenar la expansión del coronavirus. Solo estará permitida la entrada a los españoles y residentes o causa de fuerza mayor
“Esto es como una ciudad partida por la mitad”, compara María Torrado, gallega de Tomiño, empleada en una fábrica de conservas cerca de Valença de Minho. Lo que para ella es habitualmente un desplazamiento de cinco minutos, a través del puente de Goián, ahora es una odisea de autobuses que se cancelan sin previo aviso y colas interminables en la frontera de Tui. Esta misma mañana, tuvo que regresar a casa y perder el sueldo de un día porque la empresa de autobuses que la debía recoger para cruzar la frontera no realizó el servicio. “Sin previo aviso: ni un cartelito en la parada, nada”. No es una noticia agradable cuando uno se ha levantado a las cuatro de la mañana…
El paso entre España y Portugal está restringido a trabajadores transfronterizos y a quienes acrediten documentalmente causa de fuerza mayor o necesidad, además del tráfico de mercancías, que se autoriza para garantizar el abastecimiento de productos. La de Tui se ha convertido así en la única frontera disponible, aunque restringida, hasta la lejana Verín (Ourense). No solo es el paso con mayor tráfico de personas y vehículos entre España y Portugal, sino que además ahora concentra los flujos que antes se repartían entre los puentes de Tomiño, Arbo y Salvaterra do Miño. Si a ello se unen los controles y los carriles cortados para inspeccionar el transporte, el embotellamiento está garantizado.
Los que tuvieron que cruzar el puente de Tui llegaron con notable retraso a su trabajo, a casa o a ambos sitios, aunque los miles de trabajadores transfronterizos están a la espera de que se les comunique el cierre temporal de las fábricas. “Pero,, de momento, solo hay especulaciones y comentarios que leemos en la prensa”, relata Cristina, que sabe de los cierres de las plantas automovilísticas españolas para las que trabaja su empresa, y que por lo tanto cuenta con que dejará de acudir diariamente a Portugal en cuestión de días.
La situación fue complicada no solo para los que cruzan la frontera. Las colas que se formaron colapsaron otras carreteras en España, y muchos de los que a primera hora de esta mañana tenían que incorporarse a su puesto de trabajo en Tui y su entorno sufrieron las consecuencias de los atascos. Pero sin duda el problema ha sido mayor cuanto más lejos del puente de Tui, ya que a las retenciones en el paso fronterizo hay que añadir los largos rodeos para utilizar el único paso disponible.
“Es una situación extraña, como todo desde que empezó la crisis”, narra María. En su fábrica, una decena de españoles comparte trabajo con centenar y medio de portugueses, y juntos han ido viviendo la evolución de un problema que ha sido afrontado de forma distinta por ambos gobiernos. El de Portugal se adelantó al de España en la declaración del estado de alerta, se plantea ya pasar al de excepción y estableció restricciones en su frontera antes que el Gobierno de Pedro Sánchez. La conservera de María, que se mantiene totalmente operativa por tratarse de un sector estratégico, como es el alimentario, implantó las medidas de control hace días, pero siguen en aumento. “El lunes nos reunieron para darnos nuevas indicaciones, nos toman la temperatura al entrar y al que tenga solo unas décimas lo mandan para su casa”, cuenta. Además, trabajan con guantes, mascarillas y fundas desechables, y se ha implantado un sistema de turnos para comer espaciados en un salón de grandes dimensiones.
El colapso del paso fronterizo es una anomalía en una localidad como Tui que, como tantas en Galicia, todavía ve la crisis del coronavirus un poco lejana, como si se tratara de un problema de las ciudades. El pasado sábado, se produjeron aglomeraciones en los comercios de alimentación del lado español por la avalancha de portugueses con miedo al desabastecimiento, y el domingo otros cruzaban en masa en sentido contrario para cumplir con la tradición del desayuno de café con pasteles en Valença. El confinamiento venía afectando al paso fronterizo, por el que ya no cruzan los niños españoles que van a la guardería a Portugal o los usuarios de la piscina de Valença, en su gran mayoría tudenses. Tampoco se celebran ya las ferias callejeras que atraen a tantos españoles. Pero han sido los controles fronterizos los que han puesto de golpe a los ciudadanos delante del problema.
in El Confidencial


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