domingo, 19 de agosto de 2018

Pedaleando junto al Miño en Portugal

De Monçao a Caminha, un tranquilo paseo en bicicleta entre viñedos, bosques y pueblos por una vía verde de 40 kilómetros que finaliza en el Atlántico
Unos 40 kilómetros de vía verde junto al Miño unen las poblaciones portuguesas de Monçao y Caminha, ya en la desembocadura del río que hace de frontera natural entre el norte de Portugal y Galicia. La Ecopista do Minho, como se denomina oficialmente esta senda, fue elegida una de las mejores rutas de Europa en 2017 por la Asociación Europea de Vías Verdes. El trazado aprovecha parte de una antigua vía de ferrocarril y la combina con pistas de tierra para formar un recorrido de dificultad baja, pues apenas incluye un par de pendientes. Un camino entre viñedos, tupidas arboledas y pueblos medievales, perfecto para realizar en bicicleta, aunque también es factible recorrerlo a pie.
Monçao, la salida
El punto de partida es Monçao, un pueblo de unos 20.000 habitantes que posee un pequeño centro histórico, el cual merece la pena visitar. Cuenta además con una fortaleza catalogada como monumento nacional, aunque de su antiguo castillo tan solo quedan unos restos. En las afueras se encuentra el Palácio da Brejoeira, otro monumento nacional, construido en 1834. De estilo neoclásico, lo mejor son sus exteriores: 30 hectáreas de zonas ajardinadas, bosque y viñedos.
La vía verde comienza a la altura del puente internacional João Verde e Amador Saavedra, que une Monçao con Salvaterra do Miño, en Galicia. Nada más empezar a pedalear en territorio portugués, el camino se adentra en un frondoso bosque. Las antiguas vías del tren propician que el sendero apenas ondule suavemente en algunos tramos, por lo que es recomendable también para niños.
Con el Miño siempre a la derecha, los árboles dan paso a zonas más abiertas de campo donde destacan las plantas silvestres. La ruta prosigue atravesando núcleos rurales de población y viñedos, sobre todo dedicados a la uva albariño, que lucen especialmente en septiembre. A unos 18 kilómetros desde la salida, la imagen de la catedral de Tui al otro lado del río y su precioso núcleo medieval, con el campo florido a sus pies, advierten que estamos llegando a Valença.

Valença do Minho
La ecopista conduce directamente a la falda de la fortaleza de Valença do Minho, una de las pocas pendientes que hay en el recorrido. Esta ciudad nació al calor de las guerras entre los dos países vecinos. El rey Sancho I de Portugal quería conquistar la ciudad gallega de Tui, estratégica en el Camino de Santiago. Para ello estableció una línea de ataque y defensa en el lado portugués del río, en Valença. Ese primer enclave, levantado en el siglo XII, fue desarrollándose en los siglos XVII y XVIII hasta edificar una fortificación que hoy tiene una muralla de cinco kilómetros, con pronunciados baluartes que le confieren una forma similar a la de una estrella. En su interior, una joya engarzada: un empedrado casco antiguo donde los artesanos venden sus productos en pequeñas tiendas decoradas con los típicos azulejos del país.
Valença está hermanada con Tui y es fácil visitar también la población gallega, gracias a su proximidad y al puente que las une.
Vila Nova de Cerveira
Saliendo de Valença, el sendero se vuelve más sinuoso, pues se pierde la referencia de las antiguas vías del tren. No obstante, su dificultad sigue siendo muy baja. Aunque el Miño está presente durante todo el camino, en este tramo que discurre hasta Vila Nova de Cerveira está todavía más cerca. El Miño tiene un caudal medio de unos 340 metros cúbicos por segundo, lo cual significa que se desaconseja el baño en las zonas no habilitadas específicamente para tal uso. En la ecopista, a unos 13 kilómetros de Valença, se encuentra la playa fluvial da Lenta, donde sí está permitido bañarse. Junto a ella se extiende un área recreativa, que no es ni mucho menos la única del trayecto.
Tras un chapuzón, a unos cuatro kilómetros la siguiente parada es Vila Nova de Cerveira, fundada en el siglo XIV por el rey Don Denís. El apelativo de Cerveira se le concedió por la gran cantidad de ciervos que corrían por este paraje. Recordando aquellas colonias, la escultura de un espécimen de grandes dimensiones otea la carrera del Miño hasta el Atlántico desde el mirador do Cervo.
Vila Nova tiene un núcleo urbano pequeño y coqueto: casas pequeñas, balconadas y de piedra. Celebran una bienal de artes plásticas que hace que el pueblo esté habitualmente decorado de diferentes maneras y que tenga un museo dedicado a estas técnicas: la Fundação Bienal de Arte de Cerveira.
Caminha, la meta
La pista se retoma en el parque de Lazer do Castelinho, acondicionado como un área deportiva y de recreo. Al poco de partir aparecen en el río las islas de Boega y de los Amores. Tras recorrer 12 kilómetros, casi todos de arboleda, se llega a la población de Caminha, donde el Miño se abre completamente para entregarse al Atlántico en un horizonte infinito.
En la desembocadura se ha formado un islote en el cual se pueden ver los restos del fuerte de Ínsua, una fortaleza del siglo XV que después se utilizó para albergar un convento. Caminha posee además una hermosa playa atlántica, la de Camarido, con vistas al pontevedrés monte de Santa Trega, coronado por un yacimiento arqueológico datado en el siglo I. Un bello horizonte para el final del camino.
in El Pais

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