El puente internacional de Tui vive su 125 aniversario. Una de sus historias es la de una joven decidida a deshacerse de su hijo recién nacido. Se cruzó en el camino con el ingeniero Cazaux, que en 1882 trabajaba para la compañía constructora del puente. Él recogió al pequeño del suelo mientras la madre escapaba. El niño fue bautizado con los nombres de Augusto, Eugenio, Manuel del Puente Miño, y por deseo de madame Cazaux formó parte de su familia.
Todos los puentes tienen su pasado e historia propios. El antiguo que comunica Tui y Valença, a sus recién cumplidos y celebrados 125 años, acumula muchas. La del niño Augusto Eugenio Manuel del Puente y Miño ha permanecido en la hemeroteca de FARO DE VIGO durante casi sesenta años y cuenta la fantástica historia de un bebé salvado de una muerte segura gracias a la presencia providencial de un joven ingeniero francés, Felipe Auguste Cazaux, que trabajó para la empresa constructora Braine le Compte y que, casi de noche, el 7 de marzo de 1882, pasaba por el lugar camino de la obra.
Una joven que portaba algo en un delantal le saludó y de inmediato se escuchó el lloro de un bebé. Cazaux corrió hacia ella. "¡Qué vas a hacer! ¡Aguarda!", le dijo. La chica dejó en el suelo al crío y escapó a toda velocidad. Cazaux, que ya era padre de ocho hijos, cogió en brazos a la criatura llevándola hasta la zona donde se realizaban las obras. Pudieron los sentimientos. Cazaux, según relatan descendientes suyos que residen en Vigo, "era un romántico, le encantaba pintar acuarelas con claros de luna, pintó a Mirambel e incluso se hizo un autorretrato".
La historia, contada en FARO DE VIGO en los años 50 por Mª del Pilar G. de Fresco, cuenta que Cazaux calló el nombre de la joven madre ante los obreros y capataces de la obra. Todos querían prohijar al crío que comenzó a llorar sin consuelo. La historia corrió como la pólvora por toda la zona, incluso el obispo se preocupó por el bebé y quiso que se le bautizase en la parroquia de la catedral con toda solemnidad. Sus padrinos fueron el presbítero Benito Díaz y María Folgar, vecina de los arrabales de Valença do Minho. Lo bautizaron con los nombres y apellidos de Augusto Eugenio Manuel del Puente y Miño.
La estancia del pequeño en el hotel de Valença resultaba muy costosa, por lo que Cazaux escribió a su esposa para explicarle lo acontecido y decirle que había decidido entregar al niño a un asilo. Pero madame Cazaux lo reclamó. Ya tenía ocho, el más pequeño de dos meses, por lo que otro más no asustaba a nadie.
Así se crió Augusto Eugenio Manuel del Puente y Miño hasta que tuvo 18 años, época en la que su madre biológica regresó de América después de haber quedado viuda de un indiano rico, con la intención de recobrar a su único hijo, para lo que tuvo que investigar largo y tendido antes de localizarle. El joven, reacio a irse con ella, cedió al final tras convencerle quien había ejercido de padre hasta entonces.
A los 60 años, el niño "del puente", que ya había dilapidado su fortuna, se encontró en Argentina con una de sus hermanas adoptivas, recuperando así parte de la familia que había tenido. Falleció antes de regresar a Europa.
La historia, contada en FARO DE VIGO en los años 50 por Mª del Pilar G. de Fresco, cuenta que Cazaux calló el nombre de la joven madre ante los obreros y capataces de la obra. Todos querían prohijar al crío que comenzó a llorar sin consuelo. La historia corrió como la pólvora por toda la zona, incluso el obispo se preocupó por el bebé y quiso que se le bautizase en la parroquia de la catedral con toda solemnidad. Sus padrinos fueron el presbítero Benito Díaz y María Folgar, vecina de los arrabales de Valença do Minho. Lo bautizaron con los nombres y apellidos de Augusto Eugenio Manuel del Puente y Miño.
La estancia del pequeño en el hotel de Valença resultaba muy costosa, por lo que Cazaux escribió a su esposa para explicarle lo acontecido y decirle que había decidido entregar al niño a un asilo. Pero madame Cazaux lo reclamó. Ya tenía ocho, el más pequeño de dos meses, por lo que otro más no asustaba a nadie.
Así se crió Augusto Eugenio Manuel del Puente y Miño hasta que tuvo 18 años, época en la que su madre biológica regresó de América después de haber quedado viuda de un indiano rico, con la intención de recobrar a su único hijo, para lo que tuvo que investigar largo y tendido antes de localizarle. El joven, reacio a irse con ella, cedió al final tras convencerle quien había ejercido de padre hasta entonces.
A los 60 años, el niño "del puente", que ya había dilapidado su fortuna, se encontró en Argentina con una de sus hermanas adoptivas, recuperando así parte de la familia que había tenido. Falleció antes de regresar a Europa.
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