El piragüista tudense Iván Alonso vive una situación nueva para él por partida triple: al entrenamiento en casa como todo deportista durante estas semanas se suma el cierre obligado de su negocio -una crepería-, y todo esto con un bebé recién nacido. Está siendo su temporada más atípica y de sensaciones encontradas tanto en lo personal como en lo profesional, aunque la llegada del pequeño Ian hace que todo sea más fácil.El nacimiento de su primer hijo ya condicionó su temporada antes de que lo hiciera la pandemia. «Fue un año bastante caótico para mí. Siempre te centras en una competición y para mí, este año era el Dusi Canoe Marathon de Sudáfrica», dice sobre la prueba disputada entre los días 27 y 29 de febrero. Llegó a viajar para participar en la competición, a la que iba con grandes aspiraciones, pero su niño tenía otros planes. «El nacimiento de mi hijo se adelantó cuatro semanas y me tuve que volver», recuerda.
Fue muy poco antes de que se decretara el estado de alarma, de manera que las citas que tenía programadas posteriormente, empezando por el Campeonato de España, quedaron suspendidas y «la temporada se torció». Así, las primeras semanas de paternidad están siendo entre cuatro paredes. «Dentro de lo malo, nos viene bien, porque esto de ser papá hay que vivirlo y aprenderlo con tranquilidad», reflexiona Alonso.La obligación de estar en casa le está permitiendo pasar todo el tiempo con su bebé. «Estos primeros meses son complicados, de cambio y adaptación, así que creo que nos está favoreciendo en ese sentido. No hay mal que por bien no venga», valora el deportista, consciente de que cuando pueda retomar los entrenamientos, su organización con un hijo no va a ser la misma de antes.
Pero también con un miembro más en la familia se vive de otra manera el frenazo a su negocio. «Al ser de hostelería, tuvimos que cerrarlo el primer día y seremos de los últimos en abrir. Nos tocó hacer un ERTE y estoy bloqueado tanto por todos lados, tanto en los entrenamientos como laboralmente», explica. Este último aspecto es, inevitablemente, el que más preocupa. «Es de lo que vivimos. Tienes una inversión hecha en el negocio con la idea de prosperar y ahora está la incertidumbre de no saber qué va a pasar», plantea.
Afortunadamente, dice, en su negocio no han sido de ir al día y, ante estas circunstancias, lo agradecen. «Tenemos todo bien encauzado. Hicimos los pagos que debíamos y estamos paralizados, con las ayudas del gobierno», detalla. Llevan tres años y se consideran un negocio pequeño y gestionado con cautela. «Mi pareja y yo somos los dueños, pero no dejamos de tener sueldos mileuristas. El beneficio lo vamos acumulando y tenemos un fondo que ahora nos sirve para estar tranquilos», comenta. Aunque no pasa por alto que «da para un tiempo» y si se alargara esta crisis sí tendrían que empezar a preocuparse.
Como deportista, admite que cada día lo lleva «peor». «Tengo finca con kayak ergómetro y pesas, pero cada día cuesta más ponerte porque no encuentras sentido a lo que está pasando», afirma. «Choca tanto que te desmotiva, tanto en lo deportivo como en lo laboral, y cada vez cuesta más sacar esa fuerza para subirte al kayak de entrenamiento», se sincera.
in La Voz de Galicia
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