terça-feira, 8 de dezembro de 2009

Vigo, capital Valença


Los españoles colapsaron la localidad fronteriza y su Fortaleza, para hacer sus compras, pasear y hacer turismoTurismo, gastronomía, ocio, cultura y, sobre todo, comercios abiertos. Estas fueron las razones por las que cientos de vigueses se desplazaron ayer hasta la vecina ciudad de Valença, cuyos establecimientos comerciales y, en concreto, la Fortaleza, fueron invadidos por una masa de ciudadanos españoles que aprovecharon la jornada festiva para disfrutar de un día de compras y paseo en tierras fronterizas portuguesas.
Las calles de la Fortaleza estuvieron todo el día abarrotadas de españoles, que aprovecharon la jornada festiva en España para visitar el país vecino. Foto: J.V. Landín
Si el pasado martes, día 1, en el que los portugueses conmemoran la Restauraçao, los accesos a Vigo se vieron colapsados ante la masiva afluencia de portugueses, en esta ocasión ocurrió al revés, y fueron los gallegos quienes devolvieron la visita al país vecino.
Las estrechas calles del interior del recinto amurallado de la Fortaleza se quedaron pequeñas para acoger a tanta gente, que durante todo el día llenó las tiendas de este popular destino, uno de los preferidos de los vigueses. ’Venimos sólo a pasear, pero siempre acabamos comprando algo’, explica una viguesa, que afirma que acude a la Fortaleza ’dos o tres veces al año, pero siempre coincidiendo con días festivos o en domingo’.
Como ella, la mayoría acudieron a pasar la jornada pero muchos también aprovecharon la visita para realizar algunas compras navideñas y también para adquirir productos de alimentación, sobre todo verduras, frutas y repostería típica portuguesa. El puesto de castañas asadas, asimismo, fue otro de los lugares más frecuentados.
También las tiendas de moda y de productos artesanales estuvieron repletas de españoles desde primeras horas de la mañana y ya por la tarde apenas había gente sin bolsas en las manos y tampoco era fácil encontrar un aparcamiento en el interior de las murallas, ni siquiera en los recintos vallados donde la tasa mínima por aparcar el vehículo es de 1,5 euros.
’Venimos toda la familia’, explica otra española, cargada de bolsas. ’Compramos algunos regalos con vistas a las fiestas de Navi dad, pero casi todo son caprichos del momento porque aquí las cosas están más baratas’, aclara su hermana, que instantes después estaba contemplando unas camisetas expuestas en la fachada de un establecimiento.
Ellos, como muchos otros, llegaron por la mañana y comieron en uno de los restaurantes del recinto que, gracias a la tregua que dio la lluvia, pudieron aprovechar sus terrazas durante una gran parte del día, ya que todavía a las cinco de la tarde había muchas mesas ocupadas por familias 014indudablemente españolas014 que hacían un paréntesis para comer.
in Atlántico Diário

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