terça-feira, 26 de janeiro de 2016

El sueño cumplido de Roi Rodríguez

Se cumplen seis meses de la histórica gesta del palista del Kayak Tudense que conquistó dos medallas de oro en el Mundial sub-23 de piragüismo disputado en Portugal

Para Roi Rodríguez Huertas era un día clave el 25 de julio de 2015, señalado en el calendario como el más importante de su carrera deportiva hasta el momento. Afrontaba la final del Mundial sub-23 en K-1 1.000 metros. Transmitía buenas sensaciones, pero había que refrendarlas en el agua. Y cumplió.
El palista del Kayak Tudense tenía una trayectoria excelente. En 2014 se había proclamado campeón de Europa en la misma distancia y especialidad. La campaña 2015 era decisiva. Acudió a Montemor o Velho (Portugal), a 250 kilómetros de su casa, con el objetivo muy claro. Allí le esperaba un particular examen para el que se preparó durante varios meses.
Cumplió su primer desafío en las dos primeras eliminatorias. Las superó con una facilidad asombrosa. Hasta que llegó el momento clave. Concentrado, metódico, exigente consigo mismo, con la mirada puesta en la línea de llegada, cumpliendo el ritual habitual antes de las grandes citas y conocedor de sus posibilidades. Pero siempre serio y responsable. Esteban Alonso y Manuel Pedrares, sus entrenadores, le arropaban. Junto a ellos, un grupo de personas, la mayor parte de ellas componentes del Kayak Tudense, sus compañeros de equipo y de trabajo cotidiano. Sus padres, hermana y abuelos. Todos expectantes. También otros entrenadores, que ya sabían del potencial de Roi Rodríguez.
La cita fue a media mañana de un sábado. El sol era intenso, pero no fuerte. Roi Rodríguez Huertas llevaba gorra. Salió bien. Pero no fue el primero. Curiosidades del destino. Sin embargo, con el paso de los metros demostró su autoridad. Al paso de los 500 metros ya era el líder indiscutible de la regata.
El segundo tramo de la competición fue un cúmulo de sensaciones. Paleaba, definición de remar en el mundo del piragüismo, con gran facilidad, fluido. Roi miraba a los lados y no veía a ningún rival. Su victoria parecía fácil, pero siempre quedaba la incógnita de que algo podía pasar. Pero no pasó nada extraño. Llegó a la meta con suficiente ventaja para celebrar un triunfo histórico que nadie le pudo arrebatar. Lo celebró con los suyos (y también sacando su gorra al viento) y para el recuerdo quedará su salto en el podio. Y estaba en el primer escalón.
in Faro de Vigo

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