Sor Herminia López es la abadesa de las Clarisas de Tui, donde viven seis hermanas de entre 68 y 94 años
«A mí no me importa que nos llamen monjas encerradas, yo estoy encerrada aquí por amor». La convicción de sor Herminia López Andrade, que el 3 de enero de 1960 cumplió su deseo vital de enclaustrarse en el convento de las Clarisas de Tui, evidencia de antemano que el ímpetu no es cuestión de edad. Y el discurso de los 56 años de compromiso que hoy celebra podría rasgar vestiduras.
Sor Herminia, abadesa de un convento en el que solo son seis hermanas de entre 68 y 94 años, habla de libertad, felicidad, unidad y globalización, de lo humano y lo divino, con letras mayúsculas. Han ido a votar en las últimas elecciones, trabajan un huerto, se ganan su pan elaborando dulces que conquistan a cualquier profano y celebran la Navidad. «Este año una está en el hospital con la enfermera y otra salió a cuidar a un familiar, así que solo somos tres», explica. De su mano, sor María Elena Rodríguez Pombo apunta que «nuestra principal misión es rezar, mucho más en Navidad».
Tanto una como otra frustraron inicialmente los deseos de su familia, aunque ellas aseguran haber conseguido el mayor anhelo de cualquier padre: «Soy muy feliz, llevo aquí 56 años y soy feliz, sigo teniendo ilusión por ser monja y por muchas cosas; lo nuestro es orar por el prójimo, que es Tui».
Recuerdan con nitidez el día en el que informaron a sus padres sobre sus propósitos. «Cuando dije en casa que quería ser monja fue una bomba, y peor aun cuando se enteraron de que era clausura», explica la abadesa. «Es un error pensar que una persona apocada es para ir a un convento, se tienen que guardar los estilos pero hay que ir dando pasitos y haciendo cosas», explica antes de la comida, marcada para las 1.30 horas en punto. Su agenda hasta ahora y el empeño reflejan que la actividad es continua intramuros.
La principal preocupación, como en la mayoría de instituciones religiosas es la falta de vocaciones. Sor Herminia, sin cuestionar la intervención divina, alude a evidencias tangibles. «La razón principal es la falta de materia prima. Cuando nosotras entramos, en cada familia había siete hijos de media, pero ahora no se pasa de uno», dice.
Hace medio siglo que el convento de las Clarisas de Tui no recibe a nuevas hermanas. «Estuvimos tranquilos porque sabemos que Dios proveerá, pero hay que moverse. Las vocaciones están viniendo del extranjero y eso es normal por la falta de materia prima», afirma. Por ello en su mensaje navideño lanzan la invitación. «¿Dónde están esas jóvenes que no saben qué hacer con su vida? Aquí hay una vida plena, cultivando flores, con una buena biblioteca, trabajo en la huerta y en la cocina y con oración», defienden las hermanas Clarisas, presentes en el municipio desde hace más de cinco siglos.
Están al día de lo que pasa de puertas afuera y «por lo que rezamos aquí dentro». «Por supuesto, seguimos las noticias y tenemos televisión y estamos enterados de todo lo que pasa», confirman las hermanas.
No son ajenas por lo tanto al misterio terrenal que protagoniza la política navideña. «Somos un país grande y en Europa también; si todos contribuyen sería una delicia, pero si andamos a la guerra, una desgracia», afirma sin desvelar si su voto fue en la misma dirección que sus rogativas celestiales.
«No hay vocaciones por la falta de materia prima, antes las familias tenían siete hijos»
Peces de almendra para Canadá y Londres
Con una hermana hospitalizada, «como en cualquier familia», hay que alterar dinámicas. Aunque los horarios se respetan desde que se levantan a las 6,30 horas para abrir la iglesia a las 7.15 y celebrar la misa de las 8. Luego, por turnos, acompañan la exposición del Santísimo que se prolonga hasta las 13.00 horas. Su vocación por la cocina goza aun demás popularidad.
No beben en el río, pero los peces de almendra que elaboran de forma artesanal las monjas clarisas desde hace siglos gozan de tanta popularidad en Tui como los del villancico.
Sus peces y tartas alimentan a creyentes y ateos de muchas casas estos días. «Entre dos hermanas hemos hecho más de 70 tartas de almendras y cientos de peces. Solo una familia encargó setenta», confirma la abadesa. Sus productos son una delicatessen de fórmula secreta, que guardan con celo, y que se catan en varios países. «Tenemos encargos que se van para Londres, Alemania o Canadá. Lo sabemos porque nos piden que los empaquetemos más para resistir los envíos», indica.
Las tardes son más ligeras en cuanto actividad e, incluso, en ocasiones comparten una sesión de televisión «para enterarnos de las noticias o seguir algún debate», confirma la abadesa del convento. También han incorporado otros electrodomésticos que facilitan el día a día, como un microondas o un horno eléctrico para sus dulces.
in La Voz de Galicia
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