Hay lugares que se prestan al abandono, años pasados de gloria quedan escondidos entre la historia y recogidos de cualquier otro lugar habitado. Lo bueno que tienen los lugares que se han prestado a ese abandono, que hoy son ruinas de su grandeza en buena parte devoradas por la maleza, es que dejan espacio a la imaginación para completar los espacios vacíos.
El Monsaterio de Sanfins, en un alto junto al Monte do Faro, municipio de Valença, ha sufrido siglos de abandono y hoy probablemente es una sombra de lo que fue, aunque las tareas de limpieza y de restauración que ya están en marcha seguro le han dado un respiro a las piedras que aún se mantienen en pie.
El Monasterio de Sanfins data del siglo VI-VII, fue mandado construir por un fraile benedictino, San Rosendo. Siglos más tarde, en entre el XII y XIII fue construida la capilla románica que a día de hoy está perfectamente conservada. Los entendidos en arquitectura románica encontrarán curiosidades en los detalles decorativos del pórtico, de los capiteles y de los grabados de las piedras. Yo que no entiendo, me sorprendí con la inmensidad del interior. El interior de la iglesia está completamente vacío, en su interior se puede sentir cómo la luz, que lleva siglos entrando por sus ventanucos, nos devuelve líneas, luces y sombras que habrán sido códigos de dios para los feligreses y monjes que en ella se han arrodillado.
Los límites del monasterio forman una preciosa quinta, que aunque hoy se encuentre un poco cubierta por la vegetación, todavía permite encontrar las diferentes estancias: huerto, molino, edificaciones donde se encontrarían los aposentos de los monjes, claustro y acueducto.
La historia del monasterio está relacionada con los principios de la monarquía en Portugal, en el año 1134 le fue concedida la Carta de Coto por el Rey Don Afonso Henriques. Entre los privilegios con los que contaba este monasterio estaba el de recibir una parte de las primeras pescas y de las primeras cazas. Además, los habitantes de los territorios cotados, que abarcaba las actuales parroquias de Boivão, Gondomil, Friestas, Sanfins y Verdoejo, no estaban obligados a ir a la guerra, a no ser que el rey estuviese presente o que fuese en los territorios del Valle de Carrexil. Este valle era de obligada defensa por parte de los moradores del coto, que tenían la obligación de acautelar y defender los territorios de los posibles ataques de gallegos, leoneses o castellanos.
Todas estas referencias históricas contadas insitu hacen volar la imaginación creyendo que puedes oír, además del agua corriendo y los cantos de los pájaros, los murmullos de las oraciones de los monjes o de los estudiantes de la universidad de Coimbra, que durante una año estuvieron aquí alojados mientras había obras en la dicha universidad.
De los monjes benedictinos, el monasterio pasó a manos de Don João III, éste lo cedió a la Compañía de Jesús que fue la fundadora del colegio de Coimbra, más tarde éstos fueron expulsados por el Marqués de Pombal y el monasterio pasó a manos privadas. La iglesia continuó sus funciones como parroquia, pero estos servicios pasaron a la capilla de la Señora de los Remedios (situada en las proximidades, más cerca de poblaciones habitadas) y la de Sanfins quedó abandonada. En 1927 fue clasificado como Monumento Nacional y en 1937 la dirección General de los Monumentos Nacionales realizó obras de regeneración y restauración.
Sanfins Medieval
El año pasado la Asociación Luar do Minho quiso darle protagonismo al monasterio organizando Sanfins Medieval- Encontro Galaico-Minhoto. Y este año, después del éxito de la primera vez, se celebró el segundo Sanfins Medieval-Encontro Galaico-Minhoto (28 y 29 de Julio), un encuentro para amantes de la naturaleza, de la historia, del románico, de la música, de la gastronomía. Sanfins Medieval reunió en dos días actividades para todos estos gustos.
El sábado recorrido por la quinta con explicaciones para meterse en el contexto, después cena en el claustro: tortilla española, empanadas de zamburiñas, sardinas y carne, cordeiro à Sanfins con guarnición de arroz, vino blanco alvarinho y café. De fondo, los arcos del claustro servían de escenario para el grupo de cinco hombres ataviados con el traje universitario y capa negra que entonaron fados de Coimbra y otras músicas tradicionales con letras que hacían mención a la fraternidad de los pueblos gallego y minhoto, a las luchas del pueblo, a la saudade, a la emigración: “terra ficas sem homens”. Parecía que le cantaran al monasterio, pues hace siglos que tal cosa le aconteció, quedó sin hombres, entregado al abandono.
El domingo, el encuentro continuó con una caminata desde la Catedral de Tui, atravesando el río Miño en barca y continuando a pie hasta el monasterio, donde aguardaba la comida y la música.
Durante este fin de semana, el monasterio volvió a servir de lugar de convivencia y en las mesas se volvieron a compartir víveres, como seguró sucedió muchas veces durante los diez siglos en hubo hombres aquí.
Pero cualquier día puede ser un buen día para llegar al monasterio y perderse en él, jugar a las elucubraciones aprovechando que éste ha sido uno de esos lugares que se prestaron al abandono.
in Portugal ao Pé, por Lele Sorribas
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