Al llegar a La Fortaleza la señalización es clara. Solo os queda buscar un lugar donde aparcar. Hace años había aduana en el llamado “puente internacional”, ahora “puente viejo”. Las colas que se formaban, (yo no lo conocí), eran bíblicas. Actualmente la libre circulación hace que entres en Portugal “sin casi percibirlo”. La verdad es que ¡mola! El viejo puente todavía está abierto al uso, pero se construyó un puente nuevo.
LA FORTALEZA.
Enseguida comprenderéis el porqué del nombre. En realidad os encontráis en Valença do Miño, que es como se llama la localidad. Hace referencia al río, el Miño, que divide los dos países, España y Portugal. Aunque existe una zona baja, con comercio, restaurantes y todos los servicios públicos y privados, la mayoría de la gente va exclusivamente para subir a La Fortaleza. Está situada en lo alto, dentro de un núcleo fuertemente protegido por varias líneas de murallas. Os chocará ver transitar a los coches hasta arriba y veréis incluso semáforos. Se distinguen perfectamente varias de las antiguas entradas porticadas, dependiendo desde dónde accedáis. Al llegar arriba, os deslumbrarán las fachadas de azulejo, típicamente portuguesas. Todo tiene ese aire “decadente”. Hubo una tradición comercial y turística “muy de souvenir” y otras peculiaridades. Los visitantes compraban, sobre todo, (sí, es verdad), sus gallos de cerámica, sus toallas y la platería. Hoy se sigue comprando, pero artículos de todo tipo. Es muy normal ver gente de todas partes paseando por las callejuelas. En los últimos tiempos algunas zonas se han pavimentado con materiales nuevos. En temporada alta La Fortaleza es un hormiguero. En las áreas de acceso podréis ver autobuses de turistas. Cuando se van, lo hacen cargados de bolsas de gran tamaño. No se resisten a los edredones, las sábanas, toda la lencería de casa. Procurad evitar los fines de semana, porque una visita agradable puede convertirse en una pesadilla. Celebran un mercadillo todos los miércoles que es muy visitado por los españoles.
Os sorprenderá ver a un camarero, (o dos), en las puertas de los restaurantes. Acostumbran a captar clientes abordándote. Te ofrecen un folletito con el menú y los precios de los platos muy educadamente. Para los que aún no lo sepáis, el plato estrella es el bacalao, y también, el arroz caldoso de marisco. Podéis acompañarlo con un vino propio del país. Es el vinho verde, más que conocido. ¡Ojo!, si leéis la palabra presunto, que sepáis que es jamón. El postre casero, entre otros, suele ser un pudin. Si empezáis la mañana pidiendo un café, acompañadlo del pastel típico de Portugal. Es redondo, pequeño, pero denso. Puede ser de nata o de crema y sacia bastante. Si lo espolvoreáis con canela, (a veces te la sirven), mejor que mejor.
Yo destacaría la gentileza de la gente cuando te habla. Te dan las gracias, (¡obrigado!), pero muchos dominan el castellano. Como hecho singular diría, para los que vamos desde Galicia, (al menos esa es mi experiencia), que no te llaman “gallego” especificando o mostrando una gran comprensión de las distintas zonas de España. Eres sencillamente un “español”.
El comercio ahora es variado y en general a muy buen precio. Cada vez que vas, descubres una tienda nueva o quizá se ha cerrado otra. En la zona baja, ya en el pueblo, merece la pena echar un vistazo. Una de las caras de entrada es una arboleda agradable, (con buena sombra en verano), que da a un parque con palco de la música. Siempre hace más calor allí que en Bueu. Vas bajando hacia el sur y se nota. Haced una parada en la capillita que encontraréis a la derecha, al llega a la planicie de la zona alta. También veréis una cabina de teléfono “muy british” y la Iglesia de San Teotonio, al otro lado de un murete con cascada, muy refrescante. Existe un hotel del mismo nombre.
in Erasmuso
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