Feliciano Figueiró habla con las catedrales cual el personaje de la novela de Blanco Amor. Salvando distancias con el protagonista de La catedral y el niño, y vivencias, este artista nigranés confiesa que, a sus 75 años, disfruta como un niño cada vez que, papel y lápiz en mano, se sitúa frente a cada uno de los colosos que visita. Su afición consiste en reconstruirlos después en miniatura y a escala.
Desde que se jubiló, ha construido ya veinticinco reproducciones y, entre ellas están las catedrales de Vera Cruz de O Carballiño, La Almudena, la de Burgos o la de Santiago. Considera esta última, que desde hace tres años se expone en el museo del templo compostelano, su obra maestra.
Acaba de terminar la catedral de Tui. Han sido nueve meses exactos de trabajo, según confirmaba ayer en su casa de Camos. A una media de dos o tres al día, la inversión en horas supera el medio millar.
La réplica en madera, con figuras incluidas, mide unos 70 centímetros de alto y 150 de ancho, con un peso aproximado de 30 kilos. «Eu teño un cúter e unha serra, que é o que me dá a vida; aquí todo é a man», asegura el autor. Para hacer el plano visitó varias veces el templo. «No sitio tomo as medidas visualmente; a principal é a da base, que a tomo a pasos e despois xa fago o debuxo», explica.
Ahora descansa en el bajo de su casa, custodiada por los puentes de Rande y del Milenio, la iglesia de La Peregrina de Pontevedra y la de Fátima. Pero, al igual que ha pasado con varias de sus obras anteriores, a Feliciano le gustaría que su réplica de la catedral tudense estuviera en la ciudad fronteriza. Quizás se llegue a un acuerdo, bien con la Iglesia o con el Concello para que pueda trasladarse hasta un lugar visitable.
Aún no sabe qué le espera, «porque ahora voy a descansar un poco». Salud, su mujer, sabe que no ha de tardar mucho en poner el ojo en algún otro objetivo y que ella le acompañará.
Se propuso hacer la catedral de Tui, «porque é a nosa», pero insiste en que su niña bonita es la de Santiago. «Levoume ano e medio e tiven que ir a Santiago ata 30 veces para tomar os datos; é a obra e a catedral que máis me gusta», expresa orgulloso.
Su trabajo es minucioso. Cada vez que elige el monumento, lo fotografía desde todas las perspectivas para poder hacer los planos. Es autodidacta y usa madera, chapa, pintura y cola. Para los cimientos de cada pieza, se va de fiesta, porque los levanta con las cañas de fuegos de artificio que recoge personalmente y prepara en casa.
«Isto é unha paixón, pero agora xa me custa máis ir aos sitios, así que busco os monumentos máis próximos», dice.
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