Está lloviendo, es sábado, pero es sábado de paseo por el campo con el grupo de gallegos y portugueses que están recorriendo algunas rutas de ambos lados de la frontera húmeda del Miño. Hoy toca Gandra, en el lado portugués, una parroquia de Valença situada a unos cinco kilómetros hacia el interior del centro del municipio valenciano.
Los parajes por los que se desarrolla el recorrido de hoy, sábado lluvioso, son caminos por donde siglos atrás se perpetraron encrucijadas, la zona fue un importante enclave en las batallas entre portugueses y gallegos y portugueses y franceses en la defensa de Valença. Es debido a esta relevancia que la ruta se llama Ruta de Real (Trilho de Real). Por estos lugares pasan también dos caminos medievales de peregrinación a Santiago, uno que atraviesa Gandra de este a oeste y el otro que coincide con la vía romana que iba de Braga a Astorga.
Está lloviendo, es sábado y es momento de ponerse a andar. El grupo realiza unos estiramientos antes de comenzar y la lluvia comienza a caer con más fuerza, por tanto la salida está marcada por los paraguas abiertos. Ya en los primeros metros alguien aspira fuerte y hace un comentario sobre el olor a tierra y hierba mojada, un poco más adelante nos embriaga el olor de las flores que decoran la escalera de una casa, y unos momentos después es el olor de un limonero el que nos anima a continuar caminando. El rural no huele a vaca, huele a flores, lluvia, hierba, madera, a limoneros a naranjos... hoy huele a nubes cargadas, a treguas de sol y cielo azul, a verde, a otoño perezoso, a abril.
El sonido del agua en ocasiones ensordece el sonido de los pasos, esta también es zona de molinos, de aquellos de antaño que funcionaban con la fuerza del agua. Hoy esos mismos molinos están cubiertos casi por completo por la vegetación. Casi todo está cubierto por la vegetación así que nos van dando indicaciones sobre los efectos beneficiosos de las ortigas, las hojas de zarza, el sauco: hemorragias y circulación, control del azúcar para diabéticos y constipados. Con las flores del sauco, además, se puede hacer una especie de champán casero.
Para rematar la jornada nos topamos con una fábrica textil abandonada, imagen de tiempos más ricos para la población de la zona, pues llegó a dar trabajo a cerca de 1000 personas entre fábrica y oficinas. La fábrica fue cerrando partes sucesivamente desde principios de 1990 hasta quedar reducida a un edificio abandonado, un edificio para la memoria del lugar.
El trayecto ha sido sencillo, con algunas subidas y con caminos muy estrechos, seis kilómetros en dos horas de caminata tranquila que una vez más sirven para adentrarnos en el interior de la frontera portuguesa.
Por Lele Sorribas, in ww.portugalaope.com
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