quinta-feira, 9 de agosto de 2012

El gran hipermercado de lona



La feria de Valença sigue siendo lugar de peregrinación los miércoles para muchos gallegos

Dice Vítor Domingues, que vende con el reclamo de «mágicos» en la feria de Valença do Minho unos manteles y unas toallas que repelen las manchas (70% poliéster, 30% algodón), que a los españoles se nos ha «borrado la alegría». Que se nos nota la crisis no solo en el bolsillo, sino también en las caras. «Antes -explica el ambulante- gastabais con otra alegría. El año pasado, a estas horas [las once en Portugal] ya había hecho 1.500 euros de caja; hoy no he llegado aún a quinientos».
La feria de Valença sigue siendo ese gran hipermercado de lona al que los gallegos peregrinamos en masa los miércoles. Hoy hay ambiente, pero sí que se nota, como dice Vítor, que la gente da muchas vueltas, pregunta y revuelve para resolver, en muchos casos, con un «luego vuelvo».
A las doce, el efecto invernadero que producen los tenderetes, con sus toldos entrelazados, hace que la feria hierva a más de treinta grados. «Portugal ya vivía en crisis, así que lo tenemos mejor asumido que vosotros», dice un vendedor de zapatos que tiene género a partir de los tres euros.
Justo eso, tres euros, es lo que cuestan las zapatillas de casa que vende Bernardina Martins, que es natural de Viana do Castelo. Bernardina explica que, en su caso, al ser el suyo un producto de bajo coste y que siempre hace falta en unos pies, la crisis muerde menos. «Pero también te digo -añade- que prefiero los clientes de todos los miércoles, la gente de la zona, que los turistas de agosto, que enredan más que otra cosa».
En un tenderete de toallas al peso, la de rizo americano se anuncia a 7,50 euros el kilo. Y se establece una discusión bárbara porque la vendedora portuguesa insiste en que el toallón que le ofrece a la clienta pesa exactamente kilo y medio y la compradora dice que no hay tutía. Al final, por cincuenta céntimos, la que debería pagar decide no hacerlo y se marcha sin toalla. «Ya ves -dice fastidiada la dueña del puesto- por cincuenta miserables céntimos. La gente antes no era así».
Seis pares de calcetines, cinco euros; un menú en el restaurante o Cozinheiro, con su bacalhau na brasa, seis euros; un café, 0,75; bolsos que dan el pego, entre tres y diez euros. «¿Esto es de imitación?», pregunta ingenuamente una señora que recibe una rápida respuesta: «Qualidade, minha senhora, qualidade». Paños de cocina, gallinas, tortugas, canarios que cantan en politono a quince euros... El calor es insoportable a la 1. Pero el miércoles en Valença, «há de tudo e mais».
in La Voz de Galicia

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